Todos acaban parándose, más o menos tiempo, delante suya. Yo también, pero cuando
lo hago distingo perfectamente el lado en que me encuentro, lo que no quita
para que me fije en ese otro recibidor, y en la otra puerta que parece talmente
la que está a este lado.
Cuando Susi lleva más de un minuto delante del espejo, empiezo a dudar si
está dentro o fuera, incluso si ésto es fuera y aquéllo dentro.
(Pincha para verlas mejor)
Caigo de uno de los lados cuando aparece Pipo por el pasillo, camino de la calle.
No puedo dejarle escapar.
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