miércoles, 1 de octubre de 2008

Recuerdos



La memoria, muy llena ya, le iba dejando recuerdos por los pasillos. No podemos decir que los dejara olvidados, más bién diremos que a modo de regalos inesperados.
Si el azar del momento le conducía por algún rincón de la memoria y tropezaba con uno de estos recuerdos, con la apariencia de una caja descuidada, su voluntad se apartaba para poder abrirlo y, entonces, se le erizaba la piel de la nuca. Aquel escalofrío era como el 'clic' de una caja fuerte al alinear el último número de la combinación.







Después siempre llegaba el mar, verde, y el rumor de las olas, como si fueran la orquesta que empieza a tocar segundos antes de levantarse el telón.


Y sólo presente su cuerpo, flotaba como mareado por dulces escenas de su niñez o por otras, amargas, siendo ya un hombre.



Así, cada caja que se encuentra le estremece el alma, bien por ternura, bien por nostalgia, bien por la rabia de alguna equivocación, de algúna decisión no tomada y, entonces, aprieta los dientes y cierra los ojos para aguantar el dolor de una vieja herida que se abre y que duele más ahora que cuando se produjo.

Quizá no lo veas, porque no está aquí, ni allá donde está, asomado a una ventana interior, deslizándose por un tobogán del tiempo.