sábado, 29 de septiembre de 2012

Un Cigarrillo para Sole



Sole mira el reloj, la ceremonia empieza a la una. 
Coge el paquete de tabaco que hay en la mesa y recurre a la breve ceremonia 
que usamos todos los fumadores cuando necesitamos amansar un torrente de
pensamientos o aplacar un poco los nervios.
Se queda pensativa mientras se lleva el cigarrillo a los labios, como si repasara 
todo lo que queda pendiente, y con la mirada perdida buscando quizá aquello
que le deja la preocupante sensación de olvidar algo importante. O así me lo parece.
El timbre suena de nuevo. El cigarrillo vuelve a la mesa. El mechero se queda 
en su mano.




Hace tan solo un minuto la he sorprendido sola en la cocina, acabando de secar
y recoger las tazas del café que llenaban el fregadero, rodillo en mano. 
Como cualquier mañana. Tan centrada en éllo que no se da cuenta de mi 
presencia.
Cuando por fin me ve le hago notar el riesgo que corren su vestido y sus uñas, 
así que deja el trapo y su risa es como una confesión de los nervios que
intentaba distraer.
Es ahora, con las manos desocupadas, cuando mira el reloj y la mesa.
Poco antes de que sonara el timbre.




Camino de la ventana abre la puerta sin preguntar, se asoma y comprueba que 
el coche de la novia acaba de llegar. Y con él Pipo, que sube con los ramos.
Uno para la misa y las fotos, el otro para que las casamenteras intenten 
cogerlo al vuelo. Supongo que más por dar cumplimiento a otra ceremonia más
que por creer en el poder de su captura.






Así, tres minutos después de sorprenderla en la cocina, Sole nota el mechero en su
mano, desanda el camino hasta el cigarrillo y lo enciende.








Sólo queda que la novia empiece a vestirse.



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