Una de mis debilidades es tener la casa llena de 'güajes' corriendo, saltando, riendo, chillando, pegando patadas al balón de trapo... Sí, es verdad que mientras están en casa me comporto casi como un sargento y que resulta agotador, pero casi todo el tiempo estoy sonriendo sin que me vean.
La mitad de los 70 metros de piso son útiles para el juego. Aún no consigo explicarme por qué tienen que acabar jugando justo en la habitación donde yo estoy, si no me hacen caso alguno.
Sueño con una casa, luminosa, que tenga un gran prao y en éste algún árbol con fruta al que escalar. Y dentro una gran cocina y una gran habitación sólo para jugar éllos. Y yo.
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