
Después de ver algún que otro blog, me dejo llevar por esa explosión atómica que provoca pensar en lo que se siente por un hijo.
Ya quisiera yo explicarme como se explican algunos, más que nada por darle una buena patada a la frustración. Esa que ve cómo lo que escribo no deja de ser una película mediocre basada en un buen libro.
Os diré que me pasaría el día observándolo. Que hasta los cuatro años se me hizo muy rápido, en abril serán siete. Los cinco y los seis han pasado rapidísimo, tanto que los percibo borrosos. Mientras voy con prisa a algún sitio, me doy cuenta que están tan difuminados porque siempre estoy de camino a algún sitio, y con prisa.
Confesaré también que, cada día más, me puedo hacer una idea de lo gilipollas que debía parecerle a mi padre en esos años tan difíciles. La que nos espera.
Yo, de vez en cuando, aprovecho algún momento relajado para soñar despierto. Imagino tardes interminables, con sol o lluvia, es igual, en algún sitio tranquilo, con Noah y con mi padre.
Y mi cámara.

Pues ya lo has dicho tú, y mejor de lo que crees. En el cascayu hay números que se ven bien a pesar de que están más lejos y otros, los más cercanos, están bastante borrosos. A lo mejor porque los pisamos más. El caso es que seguimos empujando la piedra con el máximo cuidado para no salirnos de las cuadrículas. A veces hay que levantar la mirada, aunque perdamos la partida.
ResponderEliminarTardes de soledad,
ResponderEliminara un lado el pañuelo de tela,
al otro uno de papel vuela.
Los dos cumplen ahora
su momento de quitar las velas.
Pero mientras uno arrugo y llora,
el otro con todo lo mio se queda.
Hola, pasaba por aquí y me gustaron tus fotos.
ResponderEliminarMuy lindas tus palabras...y claro a mí me pasó lo mismo con la sensación de los hijos....contagia mucho, yo también subí una a mi blog....
ResponderEliminarTus fotos son preciosas como siempre.
saludos
Dulces sueños pues.
ResponderEliminarun saludo