viernes, 30 de octubre de 2009

4 en 1



Puertas, sombras, geometrías urbanas...y farolas.
Qué suerte.



miércoles, 28 de octubre de 2009

Marc: 'Con un par de dientes'.


Y el caso es que fué hace cuatro días cuando llegó y ahí lo ves...lo mismo dirán sus padres.

lunes, 26 de octubre de 2009

Geometrías Urbanas...


Por qué será que van desapareciendo las personas de mis fotos...otra vez.

viernes, 23 de octubre de 2009

En el rincón


Como aquellas ramas que ví, busco la sombra solitaria y cierro los ojos para sentir mejor la brisa, ya fresca.
Y parado, igual que si te quedas en el arcén de la autopista, el mundo parece seguir sin mí a demasiada velocidad. Perdemos sentido, así, los dos: el mundo y yo.
Las fotos ya no me sirven como hasta hace poco para despegar las suelas del asfalto. Mal calzado llevo, lo sé. Como también sé que en cuanto los árboles vayan tiñéndose de calor y mi piel se acostumbre al frío, veré la botella medio llena.

miércoles, 14 de octubre de 2009

La farola que miraba al cielo

Son muchas las fotos que saco donde las farolas son protagonistas. Algunas ya las he enseñado aquí mismo. Pero sólo desde hace un par de semanas las veo de otra forma. Incluso he buceado un poco por las fotos de los últimos meses y no he hecho más que confirmar lo que ahora pienso.
Desde entonces, si me fijo bien, descubro mucho de la personalidad de cada una. Algunas no pueden disimular su vanidad y se exhiben creyéndose el más hermoso de los cisnes, hinchado el ego conforme va atardeciendo.





Otras que, en medio de la nada, buscan la única sombra del día antes de alumbrar la noche, tan negra cuando no vives en la ciudad que las hay que se creen estrellas.





Todas, en mayor o menor medida, conversan con los vecinos y cada una según su carácter, claro está, que para éso no se diferencian mucho de las personas.
Las hay que disfrutan de la independencia que da vivir al otro lado de la carretera, aunque ésta no mida más de cinco metros, lo que a muchas les forja una alegre extroversión y a otras alguna temporada de depresión.







Y sería el cuento de nunca acabar porque describir farolas es semejante a hacerlo con gatos, perros, hombres...
Me he dado cuenta algo tarde, pero aún así tengo montones de retratos de farolas, sí, sacados desde la ignorancia, pero retratos igualmente porque tengo claro que ellas no hubieran posado de forma distinta si ya lo hubiera sabido. Ni yo habría sacado las fotos de otra manera.

Y todo desde que ví aquella farola cabizbaja y triste, en aquel triste y solitario rincón, colgada sobre la entrada de un taller cerrado hace meses. Me dió la impresión de estar cumpliendo algún castigo porque, después de observarla unos minutos, no parecía haber otro motivo que justificase tener a una pobre farola en aquel sitio anclada.







Confieso que las luces que me venían empezaban a irse por creerlas imposibles. Todas volvieron de golpe cuando, echando un ojo al resto de la nave, descubrí a una compañera situada para iluminar el desierto aparcamiento, a espaldas de la primera, sola también. Pero ésta, Dios sabe qué se le estaría pasando por la bombilla, había girado la cabeza y miraba las nubes pasar...






Podéis llamarme loco pero ahora las veo de otra manera.


viernes, 9 de octubre de 2009

miércoles, 7 de octubre de 2009

lunes, 5 de octubre de 2009

Puertas...


...que se me quedan mirando en medio de la tertulia.

viernes, 2 de octubre de 2009

Cogiendo rayos de sol.




Sólo algunos atardeceres como el que os enseñaba hace poco, si el cielo está limpio de nubes o éstas vuelan más alto que el sol, justo antes de que éste empiece a tocar la línea del horizonte, cuando las últimas hormigas vuelven a casa y los dientes de león sienten escalofrios al notar ya fríos sus pies, entonces se pueden coger rayos de sol.
Y aquél atardecer era éste que véis ahora, cinco minutos después, que en una puesta pueden ser cincuenta cambios del luz y color.
Casi no hace falta hablar para enseñar cómo se hace, basta con poco más que querer hacerlo. Eso sí, debes situarte en un lugar donde nada esté entre el sol y tú, entrecerrar los ojos y esperar que alguno pase cerca para cogerlo suavemente, mejor en silencio.
Unas pestañas largas y oscuras, como las que se saltan una generación en mi familia, son un filtro ideal para conseguirlo más fácilmente, pero no imprescindible. El tener buena vista, como la de los niños, sólo acrecienta el porcentaje de éxito, la fortuna también tiene su parte. Y la suavidad al recogerlo porque se rompe fácilmente.
Aunque si el sol se va a dormir de buen humor, satisfecho con su día, al sentir el roce de tus manos queriendo agarrarlo, quizá se fije en tí unos segundos y, enternecido o juguetón, deje que uno de los últimos rayos del día, de los que ya no calientan, se enrede en tus dedos.