
Ante el anuncio del comienzo de la cacería en el tiempo en que se tarda en tomar un café, el grupo se sube al hórreo más cercano. Y no es que los hórreos se encuentren por doquier en estas tierras, que también, pero con la misma frecuencia que las casas en el campo.
Encontrar explicación a tal comportamiento podría llevarnos al origen mismo de la cacería, allá donde ni hórreos había aún. A las costumbres de los que partían a cazar sin saber si regresarían.
Esas costumbres que acabaron elaborando una alegre despedida, menor, eso sí, que la de bienvenida.
Desde arriba todo se ve diferente.


...O frenarse en una esquina cuando vas cerrando el grupo y salir pitando en dirección contraria para dar un buen susto al primero.
Tantos juegos en un simple corredor.

Como si supieran secretamente que el café se apura y la cacería pronto empezará, se hace el silencio. Poco a poco los pasos se van acompasando mientras todos caminan en fila, vuelta tras vuelta. Sólo se oye el ritmo de sus pasos.

Las pisadas son cada vez más fuertes. Ya son como tambores. Su ritmo sube por el riachuelo haciendo callar al resto de criaturas. Y hasta allí no tardan en llegar sus voces, que inundan toda la orilla.