viernes, 15 de julio de 2011

En Punto



El Sol castigaba mi ceja izquierda mientras llegaba al final de la pequeña cuesta, después de las escaleras. El ritmo de mis pasos seguía bajando. Me mantuve firme ordenando a mi pierna derecha que siguiera, la izquierda nunca protesta, cuando el cuerpo entero pensaba seriamente en volver unos metros atrás, donde la gran sombra de la palmera era como un deseado oásis.
Con el ojo entrecerrado miré la pared.
En dos pasos dejé las bolsas del supermercado en el suelo y saqué mi reloj de bolsillo...'la una y media en punto'...ésa era la hora que marcaba la pared.
La próxima vez que pase no necesitaré mirar mi reloj.


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