sábado, 31 de enero de 2009

Visita inoportuna



Después de un par de semanas vuelvo, como siempre, al muelle. Estas visitas espaciadas hacen que siempre encuentre algo nuevo, distinto. Hoy más que nunca.
Los viejos marineros, como el Sr. Alfonso (Jan nos lo enseña), caminan sin rumbo aparente. Siempre es así, salvo que hoy nadie se detiene para charlar. Todos parecen esperar algo.



Me doy cuenta que me miran, aun estando acostumbrados a verme constantemente cámara en mano, como si fuera un intruso.







Idas y vueltas sin detener el paso, sólo algún movimiento de cabeza a modo de saludo, quizá a modo de contraseña...



Incluso las gaviotas parecen esperar a que me marche para continuar, o comenzar, algo que se me escapa (nunca he sido demasiado espabilado). Algo en lo que todo el muelle participa, algo secreto o vedado a los que no somos de la mar.

Hace demasiado que no paseo el muelle y, sin intentar desentrañar el misterio, alargo la visita. La aparente calma se rodea de impaciencia, casi imperceptible, y alguno se deja vencer por ella. Al fín, decido marcharme como llegué, tranquilamente, sin mirar atrás, sé que hasta que no me pierdan de vista no empezará todo.